A la edad de 83 años falleció el profesor normalista, escritor y poeta Luis Soto Padilla, quien destacó como maestro rural y de la Escuela de Pedagogía de la Universidad Austral de Chile.
Soto Padilla hasta hace pocos años se mantuvo activo en el ámbito literario, pues en 2008 publicó su primer libro de poemas y prosas “Palabras de otoño”, en 2014 dio a luz “Nostalgia” y en 2020 lanzó el libro “Antología de ayer y hoy”.
El docente fue sepultado en el Cementerio General y fue acompañado por familiares, ex colegas, escritores y amigos, quienes destacaron su impronta de educador y escritor. Un momento especial fue cuando los presentes entonaron el himno de la Escuela Normal.
El profesor fue formado en la antigua Escuela Normal Superior Camilo Henríquez de Valdivia de la cual egresó en 1961, fue docente de la Escuela de Pedagogía de la UACh y bachiller en Letras mención en Castellano de la UACh
Luis Soto Padilla era admirador de la obra de Gabriela Mistral, la cual conocía a la perfección y era un entusiasta del folclor chileno. En 1961, cuando realizaba su trabajo de tesis, visitó a la artista Violeta Parra a quien entrevistó acerca de sus investigaciones con la música popular y las danzas.
Durante el terremoto de 1960 vivió el cataclismo en su barrio, en Collico, y pasó los días posteriores con los graves hechos vividos por la comunidad como el Riñihuazo. Durante la visita de la cantante Libertad Lamarque a la ciudad durante los días post terremoto bailó una cueca con la artista durante su concierto en la población Ferroviaria.
Además de la enseñanza, Soto Padilla supo llegar al corazón de la gente declamando poemas, tanto propios como de otros autores en eventos culturales.
Un ejemplo de su sensibilidad se refleja en su poema “Quisiera”:
Volar quisiera algún día
cual errante vagabundo,
surcar los mares y cielos
en busca de libertad,
deshacerme de ataduras,
olvidar los sinsabores,
librarme de sobresaltos,
angustias y frustraciones,
pensar sólo en el mañana.
¡Lo que pasó… ya pasó!
Quisiera que entre los hombres
haya mayor comprensión,
se olviden los rencores,
desaparezca la guerra,
que miremos al anciano
con verdadero respeto.
Quizás lo que siento y digo
sea sólo una utopía,
pues la soberbia del hombre
le ha secado el corazón
o nublado la razón.
Aún queda la esperanza
que la luz vuelva a brillar,
que renazcan ideales
y muy nobles sentimientos.
Que vivamos como hermanos
en armonía y en paz.
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