Colaboración de Bárbara Agüero González, periodista.
Llevaba muy poco iniciándome en el difícil, entretenido y desafiante mundo del periodismo, la carrera para que estuve destinada desde los 5 años cuando una tía me enseñó a usar una grabadora y desde ese día no paré.
Ya en segundo año de periodismo vi en la televisión a una periodista de La Moneda, o Palacio como aprendería a decirle después. Con la convicción a flor de piel, yo lo dije: “voy a ser periodista de Moneda”.
Una vez egresada y aún sin titular, tomé una mochila y 25 mil pesos que había reunido y me fui a Santiago, pasando por algunos medios como radio Cooperativa. Pero mi efecto mariposa llegó cuando me fui el año 2011 a Radio Bio Bio en Santiago y a los dos meses de trabajar ahí, a pesar de siempre haber cubierto periodismo policial, llegó esa oportunidad que años antes yo había decretado.
El revés de un colega, hizo que yo terminara como la periodista de Palacio entrando a cubrir todas las actividades de Sebastián Piñera en su primer período. Los dos primeros días pensé que era el típico periodista “parche”, hasta que se me informó que desde ese momento yo era la periodista de Palacio de Radio Bio Bio. Era el 1 de marzo de 2011.
Yo no sabía cubrir política en aquel tiempo, porque aunque la gente que ve este oficio desde afuera cree que debemos saber de todo, y no es así, cada uno tiene su especialidad. Con la ayuda del recordado periodista y reconocido en el medio como “Negro Minay”, aprendí que hacer, y conocí al ex Presidente Sebastián Piñera, y aunque se me pueda cuestionar aquello, los periodistas prestamos un servicio. En ese momento era mi misión seguirlo a todas partes.
Cuando me enteré de la noticia de su fallecimiento, recordé a este hombre que no se libra de errores, pero que también era hijo de alguien, padre, esposo, y sí… un excelente jefe.
Durante la giras presidenciales a otros países él usaba la noche para preguntarnos qué nos parecían los proyectos que se impulsaban, ahí donde viajábamos todos los periodistas de Moneda. Era conversador, afable y sumamente trabajador, y si él no dormía, de cierta forma nosotros tampoco. En la gira a México no pegamos ojo, pero siempre tuvo una buena actitud con nuestro trabajo.
Llegaba antes de las 8 AM a Moneda y se iba muchas veces después de las 23 horas. En esos años mujer soltera sin hijo, me sobraba el tiempo para ver desde el patio de Los Naranjos que su luz no se apagaba.
Al otro día había que prepararse para una nueva pauta de prensa. En su respeto, por nuestro trabajo, tenía la costumbre de invitarnos una vez a la semana a su despacho un desayuno y conversar de todo lo que quisiéramos saber, incluso en las giras al extranjero no perdía esas costumbres.
En las giras nacionales podíamos andar medio día en distintos helicópteros por las pautas, que a veces nos dejaban muy agotados, más que en el extranjero porque a veces eran más días de obtener sus cuñas, de rescatarlas, editar, despachar y así para cada noticiero.
Un día nos dio domingo libre, preparó una cabaña y un asado para nosotros, sus periodistas, a veces detractores, en los que me incluyo, pero sí reconozco que admiraba su capacidad de no cansarse.
Después de la visita de Barack Obama al país, él comentaba sus impresiones con nosotros, los periodistas de radio, diario y televisión que siempre estábamos fijos cubriéndolo, y al vernos tan cansados nos preguntó ¿qué necesitan? A lo que respondimos que café, mucho café. Al otro día instaló en nuestra sala de prensa, la llamada Copucha, una máquina del más buen café que encontró.
Sí, puede ser que yo Bárbara Agüero, una periodista como cualquiera, no comparta su ideal político, pero sí lo reconocí como un humano y sí, fue un premio trabajar con él y aprender a cubrir política. Con la noticia de su partida es lógico que recuerde todo esto, porque lo decreté años antes se hizo realidad, porque fue con él, alguien muy distinto a mí, y sobre todo porque era mi misión como periodista. Lo ataqué cuando se equivocaba, pero también aplaudí y me emocioné con sus triunfos.
Si hoy pudiera decirle algo al Presidente Piñera sería: gracias por las oportunidades, y sobre todo gracias por el café.
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